sábado, 17 de diciembre de 2011

"Las primeras cacerolas no fueron la de los plazos fijos"


Luego de días en donde se respiraba una incertidumbre dolorosa los rayos catódicos del televisor reproducían una decisión autista inverosímil:  De La Rúa declaraba el estado de sitio. Yo vivía en mis dos ambientes de Montserrat de San José y Belgrano primer piso contrafrente cuando el "aire y luz" empezó a resonar con puteadas espontáneas de vecinos y ruidos de cacerolas (las primeras cacerolas que no fueron la de los plazos fijos). El instinto liberador me hizo salir a la calle doméstica:  short, ojotas y remera. Cientos de nosotros éramos escupidos en una suerte de peregrinaje. Avda. Belgrano, Entre Ríos hasta el Congreso y de ahí las insensantes columnas de espíritus hartos a Plaza de Mayo. Eran épocas en donde la masividad del celular aún estaba lejos, pero con una suerte de brújula instintiva nos encontramos los que queríamos encontrarnos. Pie en Avda. de Mayo, corridas y estampida por delante mío y una bomba lacrimógena a pocos centímetros de mi pie izquierdo. Mi confusión y sorpresa se aplacaron instantáneamente: sólo quería abrir los ojos y poder respirar. Un hermoso desconocido me tomo de la mano y me apartó del caos descansandome en Diagonal Sur e Yrigoyen. En el trajín mi cabeza caliente no auguraba una herida la que empezó a arder y emanar pequeñas cantidades de sangre. Todo eso no me inmovilizó. La tristeza, sí. Lloré sumida en la más absoluta frustración y dolor.
Paula Murphy, @polamurphy

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