Estaba haciendo una nota en la casa de Arturo Puig
y Selva Aleman para la revista GENTE. Mirábamos
la tele y llorábamos. No podíamos seguir con el reportaje. Me llaman x
teléfono de la editorial y me dicen que me voy al día siguiente de temporada a
Mar del Plata porque debutaba Nito Artaza (ese verano cambió el argumento de su
obra como 6 veces x todo lo que pasaba). Al volver de Belgrano a la editorial
que queda en México y Azopardo, vi toda la ciudad incendiada, tomada. La gente
corría y gritaba por la calle.
Mezclado entre los gritos, el humo y el fuego el
auto que me lleva esquiva el desastre y llego a casa. En la puerta de casa
un grupo de amigos de teatro que estaban ahogados por los gases que tiraba la
policía me esperaba, yo vivo cerca del centro y de Plaza de Mayo. Uno de ellos
estaba lastimado y sangraba, y vinieron a casa a pedirme ayuda. Entramos todos.
Una de las chicas intenta ponerle alcohol y curarlo.
Las horas corren, y la televisión muestra más
desastres. Yo tenía que armar la valija para irme de temporada. El país se
caía, al otro día un auto me pasa a buscar, agarró la ruta 2 antes del
amanecer, del otro lado del precipicio estaba Mar
del Plata. En la costa todo era una burbuja dentro del caos de Buenos Aires.
Los noticieros mostraban imágenes que parecían de otro país. La realidad
comenzó a ser virtual, desordenada y atroz. Hasta
cuando la ola de los saqueos y el corralito también llegaron a Mar del Plata
#PorQueNuncaMásHayaUnCorralito y Vivamos un 20
de diciembre así.
Pablo Procopio
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