Al año siguiente en plena discusión en una cursada uno dijo “Nuestro 73 fue el 2001”. Varios nos reímos con la respuesta inmediata de uno de dos bancos mas allá: -¡Ojalá el año pasado hubiera vuelto Perón!. Pero algo de razón tenía, el 2001 para nosotros había sido un año movidito.
Ser militante universitario a fines de los 90 era, entre otras
cosas, congregarse al menos una vez al año para discutir como frenar un recorte
de presupuesto, intentos de arancelar la educación pública, Ley de Educación
Superior o conflictos de esa naturaleza. 96, 97, 98… hacía varios años que era
siempre lo mismo.
El 2001 estuvimos todo el año en estado de asamblea y
movilización, incluidos los 45 días que duró la toma del edificio donde
cursaban miles de alumnos de las facultades de Derecho, Bellas Artes,
Humanidades y Periodismo de la
UNLP: el ex Jockey Club. “Jockey tomado, gorilas enojados” se
cantó en más de 15 marchas de antorchas, fue consigna pintada en la puerta del
diario El Día y se gritó en la
Asamblea Universitaria que hubo en septiembre.
La toma empezó cuando asumió Cavallo y se convirtió en una
experiencia colectiva que incluía altos grados de organización y participación
y discusión permanente. Asambleas de 1500 personas, una publicación gráfica
diaria, radio abierta todos los días, plenarios que duraban toda la
noche. La toma era un lugar de producción que se convirtió en
una revolución permanente y terminó cayendo entre otras cosas
por su inconsistencia ideológica; muchas voluntades pero no se sabía a dónde
iba, nadie lograba ponerle una dirección.
Pero el 18 de diciembre la toma ya se había terminado y también
habían pasado las elecciones nacionales y las estudiantiles. En las primeras
ganó el voto bronco y en la UNLP los radicales perdieron un par de
centros en los que hasta hace poco parecían invencibles. Se venía el congreso
de la FULP y por primera vez en muchos años se le
podía ganar a la Franja Morada,
pero para eso había que armar un frente que incluyera a Quebracho, el PCR, los
independientes, los casi anarquistas, los otros independientes (mas lavaditos),
algún trosko, peronistas y capaz que alguno mas.
Cuando llegué a exactas a una de las primeras reuniones hablaba
un referente de una orgánica: “Nos dicen los compañeros que en varios
lugares del conurbano donde hubo saqueos los intendentes están subiendo gente a
micros para llevarlos a Plaza de Mayo y dejarlos ahí hasta que el gobierno
caiga”.
Mientras en distintos lugares del país había saqueos y en Buenos
Aires la Plaza se empezaba a llenar la militancia
universitaria de La Plata estaba encerrada en el ex Jockey
rosqueando: reunión de chinos con troskos, por otro lado nosotros con
Quebracho, en algún lugar los mormones le ponían condiciones a los morados. Mucho poroteo y poca calle.
El 19 la mañana había una reunión de todas las fuerzas de la Universidad para discutir la seguridad en el
cierre del congreso. Se fue estirando, mucha charla informal y diálogo amable
incluso con los radicales que decían que Storani se iba del gobierno. Pero una
llamada y un par de cuchicheos después los sushi boys cambiaron el semblante,
se fueron a hablar a otro lugar y cuando volvieron uno pidió la palabra:
-Se declaró el estado de sitio, hay que levantar el Congreso.
Se fueron todos. De toda la regional de la Franja no quedó nadie. Todos los demás
decidimos seguir. Los votos y la voluntad de unidad alcanzaban para recuperar
la conducción de la Federación.
El cierre y la votación se hicieron el 19 a la
tardecita en la antigua sala de esgrima del Jockey Club. Ganó un frente en el
que estaban casi todos, salvo el MNR que presentó lista propia, algún trosko
que la torskeó y los peronistas que la votaron aunque no estaban en la lista.
Cuando terminó la votación hubo una marcha espontánea por el
centro de la ciudad. Todavía sin bandera de la
FULP fuimos hasta el rectorado y
dimos una vuelta por 8. Algunos de nosotros que habíamos estado todo el día
encerrados en el jockey recién ahí dimensionamos que estaba pasando algo
grosso: la columna avanzaba y la gente se asomaba a las ventanas golpeando
cacerolas. Algunos habían colgado banderas argentinas. Muchísimos bajaban y se
sumaban a una marcha que nadie sabía a dónde iba.
“Cayó la Gorda
Historia” dijo un compañero.
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