lunes, 19 de diciembre de 2011

"La noche más larga de mi vida"

La noche del 19 y el 20 fue la noche mas larga de mi vida.
En esa época tenía un bar o creí tenerlo. Pasaba mucha horas trabajando ahí; sin embargo escuchaba bastante la radio. Recuerdo que ese día hizo mucho calor y todo era sórdido alrededor. Las calles estaban convulsionadas, yo podía sentir ese sentir adentro mío. Llegue al departamento donde vivía con una amiga y nos pusimos a hacer la cena. Estaba muy cansada de mis pies así que después de un baño, me tiré en el sillón. De repente se anuncia el discurso del “presidente”. Algo ocurrió mientras él daba su discurso y decía “estado de sitio”, algo dentro mío estalló, como sucedía a mi alrededor. A solo unos segundos de terminado el discurso agudicé mi oído y escuché un tímido “talán talán” a lo lejos. Vivíamos en un departamento interno en pleno Rivadavia y Alberti. Corrimos escaleras abajo con mi amiga y de repente vimos que otros también bajaban. Ya en la puerta de calle encontramos mucha gente de la cuadra que también había bajado. De pronto no pasaron mas autos. Estábamos en nuestras veredas con personas a las que no conocíamos a pesar de que eran nuestros vecinos, no es igual que en el barrio, nunca habíamos visto sus caras, o apenas las recordábamos sin embargo hablábamos y contrastábamos información y opinión. No sé en que momento fue. Mientras nuestro agua para los ravioles seguía hirviendo en la olla de la cocina, a lo lejos veo una mancha, oscura, que se mueve. Me acerco justo al medio de la Avenida Rivadavia, hago visera con mis manos y como en este lugar el terreno es un poco mas alto veo un río oscuro, podría decirse que el color era entre gris y marrón, era un mar de gente que subía desde la plaza Once. Mí corazón estalló, metafóricamente hablando, no podía dejar de moverme entre la gente y asegurarme que era así. Le dije a mi amiga que subamos a buscar nuestras armas, una cacerola y una cuchara, claro. Rápidamente apagamos el fuego de la olla que ya rebalsaba por la temperatura y en cinco minutos estábamos marchando entre todos hacia nuestra primer parada Plaza Congreso. No tenía miedo. Nada nos podía pasar. Estábamos todos juntos. ¿Quién nos podía hacer daño?
Seguimos cantando, hablando entre la gente y decidimos, después de subir las escalinatas del Congreso que había que ir a la Plaza de Mayo. Fuimos. Había familias enteras entre nosotros. ¿Quién se iba a atrever a hacernos daño? Casi nos acercábamos a las vallas de la Casa Rosada saltando y cantando con nuestras armas-cacerolas en las manos y unos segundos después ya no podíamos respirar. Corrimos y corrimos enceguecidas por el gas que la maldita policía tiraba desde no sé donde. Nos chocábamos entre nosotros. Nos asustamos, intentábamos ayudarnos pero no podíamos ver. Nos mojamos la cara en un chorrito de agua que salía de una canilla del Banco Nación o por ahí. A pesar de la amenaza volvimos a la Plaza Congreso y allí nos quedamos un rato y nos encontramos con otros amigos.
Fue larga la noche. Volvimos a la madrugada. Prendí la tele y a la media hora la noticia con las imágenes de un señor muerto en las escalinatas del Congreso. No lo podía creer el horror había llegado. No dormí.

Patricia Almazan

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