viernes, 2 de diciembre de 2011

En un banco

En el año 99 habíamos pedido un crédito para comprar nuestra casa. Unos días antes del 20 (me cuesta ordenar cronológicamente esos días confusos) todo nuestro entorno insistía en que debíamos cancelarlo como sea, que el dólar se iría a la mierda y perderíamos todo.
Fuimos consiguiendo plata prestada de aquí y de allá. El Banco nos ofrecía hacerlo mediante la "compra" de un plazo fijo de otro cliente del mismo Banco.
Llegamos a ese acuerdo. La persona que nos lo vendería sería presentada ante nosotros en el momento mismo de la cancelación.
En la sala de la sucursal, una mujer joven nos esperaba.
Mientras firmábamos los papeles ella dijo: "El estado primero me quitó a mis padres y ahora me quita la plata que me dio por haberlos desaparecido".
A mi marido se le cayeron todos los billetes al piso. Yo la miré y tardé unos segundos en entender el negro recorrido de ese dinero. La única palabra que pude decir fue: NO! Me sentí tan victimario como víctima, pensé que debíamos frenar todo pero... seguimos con la operación, firmamos todos los papeles y lo más que pude hacer fue charlar un rato con ella, de cosas triviales: su hijo y la mía, las escuelas que estaban en el mismo barrio, la tarea de las mujeres que trabajamos con hijos pequeños... hablábamos con esa sensación de que algo de lo cotidiano debía continuar, a pesar de que todo era doloroso y extraño.
No me pude olvidar de su nombre nunca. A los dos o tres años lo reconocí un día en la tapa de un diario: su pareja, había asesinado a una vecina y violado a su hija.
Llevo de algún modo a esta mujer conmigo, como un trazado breve y personal de la historia de este país. Una línea invisible que la dejará unida a mí, mientras tenga memoria.


Cintia Zaremsky @cintiazaremsky

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