viernes, 2 de diciembre de 2011

"Ohhh, que se vayan todos, que no quede ni uno solo..."

Si bien algunos recuerdos me resultan borrosos, ese día fue especial… Para mí y para todos los argentinos.
Los hechos conocidos por todos, la debacle, los saqueos, todo se iba a la mierda. Que iba a pasar después del 2001, nadie sabía.
El día comenzó raro, en villa real (barrio que actualmente vivo) ya se estaba gestando algo desde hace tiempo. A raíz de la compra de un pedazo de plaza, llevado a cabo por una empresa privada, los vecinos se juntaron, antes del 20 de diciembre. Solo  para recuperar la plaza, que casi termina siendo para unos pocos.
En ese entonces yo estaba en 7mo grado de una escuela pública y con algunos de mis compañeros (Aquellos que los padres tenían un poco de conciencia social) participábamos de las asambleas por la plaza. No entendíamos nada de política, pero era nuestra plaza, ahí jugábamos todos los días, no queríamos que nos la saquen…
En fin, el 19 de diciembre encontró a algunos sectores de Villa Real, unidos. Ese día, a la noche salimos todos, TODOS los vecinos de uno de los barrios más chicos de Capital Federal. Mi hermana en camisón, yo con mi pijama y mi abuela con una cacerola. Destrozada, icono de una época en la que había para comer.
Se hablaba y cantaba, que se vayan todos y se coreaba cuando nuestro presidente dictaba su renuncia. Yo cantaba, gritaba. Y en mi inconsciencia de adolescente, no entendía por que alguien salía corriendo del supermercadito.
Todo el barrio reclamaba al ritmo de bombos y cacerolas. Las chicas bailaban, los niños caminaban medio dormidos, arrastrados por sus padres sometidos a una realidad económica insostenible.
Y se cantaba el himno, como reflejo de una argentina destruida.
Hoy, con 23 años, esta escena me da tristeza, yo, con mi buzo de egresados y mi pijama, sosteniendo una pava que mi padre me dio para golpear. Como si fuese un mal recuerdo… lejano... aunque no tanto…

Aldana Avella @aldyavella

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